Las agujas del reloj se han parado, de repente, sin
avisarte… sin darte tiempo a rebobinar, a analizar que hiciste mal ni a llorar.
Todo parecía haberse arreglado, aunque solo fuese por
unos instantes, todo parecía ir acorde, aunque solo fuese una mentira o una
escapatoria de tu pérfida mente para
huir una vez más de la realidad.
Ves las gotas caer y te preguntas si no seremos nosotros como
ellas, que caen y caen sin darse cuenta,
sin percatarse de su final hasta que se estrellan. Ya sea contra el sucio
asfalto o contra la existencia. Tampoco hay tanta diferencia.
Refugiados en nuestro entorno, creyéndonos invencibles
entre las paredes que no otorgan seguridad y las personas que nos apoyan y
quieren.
A veces somos tan ilusos que nos merecemos lo que nos
pasa. ¿Cómo confías en esa sonrisa ajena a tus Demonios que cree conocerte más
no tiene ni idea? ¿Cómo sonríes dando a entender qué todo va bien, qué eres
único y especial… y sin embargo te quejas de la hipocresía de aquellos que te
rodean?
Dejémonos de tonterías y seamos sinceros, digamos lo que
sentimos, lloremos cuando lo necesitemos, gritemos cuando no podamos más.
La sociedad ha creado una generación de jóvenes oscuros,
rotos, traumatizados, con problemas…. Y no se hace cargo de ellos. Quiere que
salgamos de nuestro hogar con una sonrisa puesta y siguiendo unos acordes. No
quiere curarnos ni protegernos, entonces, ¿por qué he de preocuparme por lo que
ella piensa de mí? Si no me quiere que no espere que yo lo haga, ni que me
someta. Yo soy quien manda, yo soy quien decide. No ella.
Es hora de dejar la máscara en casa para plantarle cara a
la realidad. Y convertirla de una vez por todas en Mi Realidad. Sobre la que yo
decida y construya mi futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario