Rêves de Papier et Cauchemars d'Acier.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Infinito.

              
              Le besó…como nunca había hecho. Con temor, indecisión y miedo.

Su cuerpo temblaba, esta vez no por el roce eléctrico e íntimo entre ambos. Él lo notó, y no dudó en agarrarla fuertemente de la cintura con una mano, mientras que con la otra acariciaba la cascada que conformaba su cabello al caer, raudo, sobre su espalda desnuda.


Sintió las lágrimas de ella, cálidas y veloces caer sobre las mejillas de ambos y la separó ligeramente de él.

Ojalá pudiese llevarse toda la tristeza y temor de aquellos ojos que le habían dado la vida…

El miedo se había apoderado de ella, de su dulce mirada, de sus elocuentes gestos, de sus suaves sonrisas…las palabras eran cada vez más escasas, sin el fuego que las caracterizaban. La chica astuta y elocuente se estaba marchitando en algún lugar de aquella delicada mujer que sollozaba entre sus brazos.



No la dejaría marchar, era lo que más quería de este mundo y la necesitaba. A pesar de que el tiempo no jugaba a su favor, él tenía sus quehaceres y ella jugaba a contrarreloj en su rutina para arrebañar unas horas que pasar junto a él; se querían y se conformaban con lo que ahora la vida les había dado.
Ella quería un futuro prometedor pero… ¿estaba dispuesta a sacrificar la comodidad y tranquilidad de su hogar? ¿Estaba dispuesta a marchar sin él?


¿Y él…? ¿Estaría dispuesto a confrontar las dificultades, e idas y venidas por parte de ella? ¿Podría con los miedos de ambos?

Lloró en silencio, con miedo a que los demonios, que ya estaban despiertos la aterrorizasen aún más.

No podía evitar pensar que su sacrificio no valdría la pena, que él, acabaría marchándose por no tener a una mujer que pudiese dedicarle todo el tiempo que se merecía. Tenía miedo a no ser suficiente, a no dar la talla, a defraudar a todos los que habían confiado en ella y, sobre todo tenía miedo a perderse en el trayecto hacia su futuro, a olvidar su esencia, lo que realmente le hacía feliz. Estaba atemorizada porque sus miedos se estaban apoderando de ella sin piedad. Las horas corrían, las lágrimas caían y el amor se desvanecía entre sábanas solitarias y desvencijadas. ¿Podría jugar con el infinito? 


¿Ser esa chica infinito que susurra a la noche en busca del perdón y de la luz de un nuevo día?


Una chica infinito triste y pérdida.




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