Hay
sábanas enredadas entre mis piernas, movimientos indecisos recorriendo las
horas de la noche y quién sabe… pesadillas reencontrándose al borde de la
ventana.
Las
palabras, las letras de mis poesías protegen mis sueños cuando oscurece el día,
sin embargo parecen haberse perdido entre sus propios renglones. Esperando al
ritmo perfecto.
Acerco
su peluche a mi pecho con la esperanza de que fuese él quien me abrazase en
estos instantes. Pero sé que no es posible, así que simplemente aspiro a poder
recordar su aroma nítidamente y poder sonreír en las sombras de la noche.
Traviesa
y hierbabuena.
El
verdor de sus ojos entre las páginas de mis apuntes susurrándome que no estoy
sola, que solo son pequeños pasos repletos de sacrificio hacia nuestro futuro.
Viajando
a nuestro Paris… lejano y utópico. Solo alcanzable a altas horas de la
madrugada o en viajes de tren rutinarios y eternos.
La
música callada de nuestros corazones se ha adueñado de nuestras pupilas, y por
ello todo se ha vuelto negro, algo roto…triste.
Hemos
dejado de soñar. He dejado de soñar.

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