Rêves de Papier et Cauchemars d'Acier.

martes, 19 de noviembre de 2013

Chanson d'un coeur brisé.


Soñé que estabas entre mis sábanas, como otras tantas veces he soñado que me amabas.

Busqué dentro de mi corazón con la esperanza de hallarte en él, pero solo había dolor mezclado con un poco de desamor.

Y aunque mis labios sepan a los tuyos, y las lágrimas no detengan su transcurso, quiero seguir creyendo que soy alguien para ti.
“No puedo permitirme perderte…”

¿Acaso hay otra realidad?

Ya estoy lejos, rota, con la mirada perdida más allá… los cortes latiendo al son de las palabras que nunca pronuncié, que me ahorcarán por la noche. En la misma cama en la que tú me robaste la Dignidad.

Me pierdo entre lágrimas cuando juré no permitirlo, me has convertido en aquello que jamás quise ser. Y sin embargo, volvería a recorrer cualquiera de los pasos dados por volver a estar entre tus brazos.

Como en aquella despedida bajo la lluvia, ¿aún recuerdas el fulgor de mis ojos? Te lo llevaste…

Dijiste tomar mi mano y recorrer juntos la travesía pero veo cómo te alejas y yo no voy a alcanzarte, porque ese no es mi camino. Pues aunque me hayas tomado prestado el corazón todavía respiro entre los escombros que conforman mi ser.

Sentí tus manos recorrer mi espalda y susurrar mi nombre.

Limpié tus lágrimas entre colores y bordeé tu alma en busca de lo que escondes.

Me hallé desolada, perdida ante tantas máscaras prefabricadas. Como si hubiese vivido en mi propia utopía, más si así hubiese sido no habría despertado. Me hundiría entre las frías aguas del Norte…


Pero esto es la realidad, esa en el que me estoy disipando hasta desaparecer en el olvido, junto a tus palabras… En consonancia con nuestro Amor.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Tango.


Tomó el vestido de la percha y se dispuso a vestirse. Se deshizo de sus pantalones dejándolos tirados a un lado del camerino, tomó su blusa y la dobló delicadamente sobre la silla. Bajó la cremallera de la carmesí prenda y se introdujo en ella. No necesitaba de un corsé para resaltar sus curvas, el vestido ya lo hacía por ella. Aunque ceñido en su torso, se sentía como si no llevase nada. Su amplio vuelo la permitía desenvolverse con agilidad y desparpajo. Los brazos en alto, desnudos, preparados para volar.

Se sentó y tomó toda su cabellera de un solo movimiento, desenredó los pequeños rizos que la lluvia le había causado de camino y comenzó  a darle forma.

Poco a poco consiguió hacerse un moño más o menos decente, jamás serían como los que su abuela le hacía cuando la visitaba de pequeña por Navidades; tendría que conformarse.

Se permitió dejar sueltos dos traviesos mechones, cayendo al borde de sus mejillas. Sería lo único inocente de aquella noche, de aquel baile…

Pintó sus labios de un rojo pasión, preparados para la batalla, listos para ser recorridos, saboreados…anhelados.

Se agachó debajo de la mesa para alcanzar sus tacones negros y una vez alzada sobre ellos dirigió su mirada una vez más hacia el espejo dando su aprobamiento al reflejo.


De un portazo salió de la estancia.


Violines de fondo, marcando el ritmo, rápido, fogoso, violento…arrollador.

Manos ajenas sobre mi cintura, poco importa ya. Olor a tabaco entremezclado con el mío. Labios foráneos, secos y agrietados, me llaman, reclaman  mi atención.

Giro bruscamente sobre mi misma y con paso seguro  me alejo, manteniendo firme el paso, tomando aire, ardiendo.

Me vuelvo de nuevo hacia él, buscando de nuevo ese agarre sobre mí, intentando convertir la oscuridad de sus ojos en lujuria. Poseyendo su alma. Y rompiéndola en mil pedazos al son de la música.

Silencio… Solo el sonido de nuestras respiraciones agitadas llenando la estancia. Impactando contra el suelo.

Sus manos inquietas transcurren por mis piernas,  alzo una de ellas y la sitúo sobre su hombro, siento la media hendirse.

Sin previo aviso me encuentro en el aire, con su respiración en mi bajo vientre, girando, admirando manchas de colores parpadeantes y cambiantes.

Último movimiento, se acaba la música y con ella la posibilidad de convertir la noche en infinita, de volverme inmortal.

Vuelvo al suelo donde controlo el juego de la vida… ¿qué es la danza sino?

Tomo sus manos y las uno junto a las mías. En alianza terminan por recorrer mis curvas, se acercan a la cremallera y sus rudos dedos la deslizan hasta el final.

Vestido en el suelo y mi alma escapándose de su cautiverio.
Libertad teñida de negro.


sábado, 2 de noviembre de 2013

Nuits.


Las hojas crujían más de lo habitual, o quizás ella estuviese más perceptible esa tarde. Ya no había luz, y el agua corría por su rostro, el aire zarandeaba su cabello de un lado para otro enredándolo más si eso fuese posible.

Se habían despedido con un beso en los labios, cálido y húmedo, con sus lenguas jugando en sus bocas y sus manos aferrándose el uno al otro.
Ella con su cabeza en su pecho, deseando no tener que separarse, y él estrechándola, absorbiendo su aroma a vainilla.

Un souvenir inoubliable.

Pero ella tenía que volver, regresar… para algún día volver. Las lágrimas empezaron a surgir, ella no quería que la viese y se apartó bruscamente, con la manga del jersey se enjuagó las lágrimas y respiró hasta calmarse. Una mano se posó sobre su cintura y la giró, cual bailarina, y la alzó, situándola sobre un pedestal de hormigón. Recorrió su tersa mejilla con delicadeza, borrando el camino que las lágrimas habían trazado… nada corrompería la belleza de su Ángel.

Besó su frente, su nariz, sus mejillas y por último sus labios, deleitándose en ellos, lentamente, recorriéndolos con suavidad, mordiéndolos, haciéndola rabiar como él solo sabía. Bajó hasta su cuello, y comenzó a lamer y chupar… los suspiros de ella iban cada vez en aumento, si él no paraba ahora ella no sería capaz de contenerse.

Le apartó, no era el momento ni el lugar, estaba oscuro, hacía frío y llegaba tarde. Y él lo sabía, y eso era lo que más le molestaba, estaba jugando con ella.

De un salto, se situó a su lado, y con un leve movimiento de pies besó su mejilla y se marchó.

Su chaqueta seguía oliendo a ella, seguramente hoy su cama, ahora deshecha (debería hacerla antes de que sus padres volviesen a casa) fuese testigo de una noche en vela, pensando en ella. Ella y sus ojos selva, sus carrillos sonrojados y abultados, de sus curvas escondidas entre tanta ropa innecesaria. Y de esa sonrisa capaz de iluminar el cielo más cubierto de noviembre.

Aún podía sentir su pequeño cuerpo sobre el suyo, como había apartado la mirada cuando él se había deshecho de su camisa, al igual que una niña pequeña, leyó el miedo en sus ojos, miedo al siguiente paso y a decepcionarle.

Él se acercó a ella y la abrazó, transmitiéndole todo el amor que sentía por ella, su confianza, su placidez…su alma.

Se quedaría con ese recuerdo, ahí bajo la luna, mientras volvía a casa, con su mirada y su temor, para no olvidar jamás todo lo que le debía, todo lo que ella era para él.


Et si je garde en moi toutes les blessures du passé c’est pour me rappeler tout ce que tu as fait pour moi…