Rêves de Papier et Cauchemars d'Acier.

jueves, 22 de mayo de 2014

Hoy.



En mi mente hoy era un día soleado, día de vestidos con lazos y moños improvisados. De sonrisas cálidas, casi tanto como la brisa entre los cerezos. De paseos a medianoche bajo la mirada de la que algunos denominan “ciudad”.


Sin embargo llueve, corre el frío y el veloz viento se ha llevado mis ilusiones de hoy. El vestido de graduación me espera en el armario, sabe que ha llegado el día de abandonar todos los años de dolor y sufrimiento que he pasado en ese centro.


Han pasado seis años desde que entré por aquella puerta blanca, puerta, que hoy, no se cierra y a la que nadie hace caso. Ojalá viniese algún cerrajero competente y me ensañase a cómo hacerlo con la mía propia.

Recapitular es un acto de madurez y reflexión, lo he hecho. Y he pasado la noche llorando.


Gimoteando porque en el fondo nada ha cambiado. Sigo siendo aquella niñita completamente insegura de sí misma, asustada ante las miradas de los demás, engañándose, creyendo que nunca podrá conseguir aquello que anhela.

Volveré con mi vestido, volveré con lágrimas en el corazón y la almohada volverá a ser testigo de la caída.

¿Sabes? Ayer volvieron mis demonios, con más fuerzas que nunca. Llevaban tanto tiempo sin verlos, sabía que estaban ahí. Notaba su presencia. Pero ayer me hablaron, me dejaron claro que la felicidad no puede figurar entre mis objetivos, que ellos son los que mandan y que solo me queda…escribir.

Aunque sea poco, mal, o de manera dolorosa.

Escribir.



Esto es el fin de una etapa, para siempre. No pretendo borrarla de mi vida, que si desterrarla hasta que esté preparada para afrontarla con una sonrisa. Pero, hoy….hoy no es el día.

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