Le
besó…como nunca había hecho. Con temor, indecisión y miedo.
Su cuerpo temblaba, esta vez no por el roce eléctrico e
íntimo entre ambos. Él lo notó, y no dudó en agarrarla fuertemente de la
cintura con una mano, mientras que con la otra acariciaba la cascada que
conformaba su cabello al caer, raudo, sobre su espalda desnuda.
Sintió las lágrimas de ella, cálidas y veloces caer sobre
las mejillas de ambos y la separó ligeramente de él.
Ojalá pudiese llevarse toda la tristeza y temor de aquellos
ojos que le habían dado la vida…
El miedo se había apoderado de ella, de su dulce mirada, de
sus elocuentes gestos, de sus suaves sonrisas…las palabras eran cada vez más
escasas, sin el fuego que las caracterizaban. La chica astuta y elocuente se
estaba marchitando en algún lugar de aquella delicada mujer que sollozaba entre
sus brazos.
No la dejaría marchar, era lo que más quería de este mundo y
la necesitaba. A pesar de que el tiempo no jugaba a su favor, él tenía sus
quehaceres y ella jugaba a contrarreloj en su rutina para arrebañar unas horas
que pasar junto a él; se querían y se conformaban con lo que ahora la vida les
había dado.
Ella quería un futuro prometedor pero… ¿estaba dispuesta a
sacrificar la comodidad y tranquilidad de su hogar? ¿Estaba dispuesta a marchar
sin él?
¿Y él…? ¿Estaría dispuesto a confrontar las dificultades, e
idas y venidas por parte de ella? ¿Podría con los miedos de ambos?
Lloró en silencio, con miedo a que los demonios, que ya
estaban despiertos la aterrorizasen aún más.
No podía evitar pensar que su sacrificio no valdría la pena,
que él, acabaría marchándose por no tener a una mujer que pudiese dedicarle
todo el tiempo que se merecía. Tenía miedo a no ser suficiente, a no dar la
talla, a defraudar a todos los que habían confiado en ella y, sobre todo tenía
miedo a perderse en el trayecto hacia su futuro, a olvidar su esencia, lo que
realmente le hacía feliz. Estaba atemorizada porque sus miedos se estaban apoderando
de ella sin piedad. Las horas corrían, las lágrimas caían y el amor se
desvanecía entre sábanas solitarias y desvencijadas. ¿Podría jugar con el
infinito?
¿Ser esa chica infinito que susurra a la noche en busca del
perdón y de la luz de un nuevo día?
Una chica infinito triste y pérdida.