Me despierto en mi cama, las sábanas a sus pies. Dirijo
mi mirada hacia la pared, chocando con el blanco y negro de la imagen.
Me permito sumergirme en ella, en el muelle de robusta construcción.
Observo a mí alrededor, escucho el cantar de las aves y
cierro los ojos. La brisa se enreda entre mis curvas, jugueteando entre los
pliegues de mi vestido azul.
Suspiro, como no, y vuelvo a abrir los ojos. De repente
el calor se amolda a mi cuerpo y siento la necesidad de refrescarme.
Me deshago de los zapatos, dejándolos a un lado. A
continuación desato el vaporoso lazo atado en lo bajo de mi espalda. Y agarro
los bordes, tirando de ellos hacia arriba, sobre mi cabeza. Con sumo cuidado
coloco la prenda al lado de los zapatos.
Podría lanzarme en ese mismo instante a la fría agua del
estanque, más sabría que su frescor no me reconfortaría si todo mi cuerpo no
disfrutase de ella. Así que no dudo en desproveerme del resto de mi
indumentaria. Al instante me zambullo y siento un escalofrío recorrer mi
espalda. No puedo evitar sonreír.
Alejándome del atracadero siento como las penas, los
recuerdos y la indecisión se diluyen entre las ondas que crean el movimiento de
mis piernas.
De repente me paro en seco, desde mi posición puedo
atisbar una figura en la otra orilla. No puedo ver su rostro, pero mi corazón
sabe de quién se trata, y se para.
Mi respiración se vuelve errante, ante el temor de
continuar; observo con detenimiento desde la lejanía a mi adlátere.
Y aunque no pueda verle desde la distancia que me
mantiene a salvo de mis sentimientos, puedo imaginar sus ojos verdes
inescrutables observándome, sin saber qué piensa, sin saber qué decir… Y vuelvo
a sentirme tan débil, tan pequeña.
Él que dice no sentir, no amar…no ser hombre de pasiones.
Frío y racional. ¿Recuerdas esas palabras?
Y tú… que durante tanto tiempo negaste la existencia de
tus emociones, que te creías
inatteignable , y que lejos de la realidad eres una mujer de ardientes
deseos.
¿Puedes atreverte a darle un pedazo de tu corazón? ¿Acaso
lo tomaría o sería como aquella rosa qué jamás llegó a tus manos y se quedó en
el rincón de sus pensamientos?
Sumerges tu cabeza, e intentas alcanzar el fondo con la
punta de los dedos, necesitas desprenderte del oxígeno que acumulan tus
pulmones. Ojalá tus sentimientos se aclarasen tan rápido como la necesidad de
salir a la superficie en búsqueda de respuestas.
Finalmente te
decides por poner rumbo hacia la orilla, donde él te espera sentado con la
mirada fija en algún lugar del horizonte. Suspiras, acabas de darte cuenta de
que tu vestido se quedó millas atrás, junto con tu seguridad.
Aun así decides dar un paso al frente, cerrar los ojos y
dejarte llevar por el coraje que él
genera en ti.
Cuando quieres darte cuenta sus manos salvaguardan las
tuyas. Los párpados te tiemblan, él parece notarlo, pues acerca sus labios a
ellos y los besa con ternura y delicadeza.
Te maldices a ti misma al sentirte tan vulnerable cuando sientes su
aliento cerca de ti, pero no puedes evitarlo.
Sin otro remedio abres los ojos para encontrarte con los
suyos, las lágrimas comienzan a caer…el miedo aflora y la incertidumbre hace
tiritar tu cuerpo. Huyes la mirada con la esperanza de que no pueda leer lo que
ocultas. Pero él ya lo sabe, como con todo, él va un paso adelante.
Aleja sus manos de las tuyas y te obliga a mirarle, te
sonríe: tu corazón se para. Y toma tus labios entre los suyos: ni siquiera
puedes describir el sentimiento que te embriaga, como tus párpados no pueden
evitar cerrarse vislumbrando únicamente pequeños destellos parpadeantes de
miles de colores girar y moverse en sincronía
con su boca, como tus pulmones se expanden infinitesimalmente en
búsqueda de aire suficiente como para mantener el beso hasta la eternidad… como
ese pequeño cosquilleo que alberga en tu interior y te hace levitar un par de
centímetros sobre la arena.
El tiempo se para, y vosotros con él. Puede que cuando se
retome la cuenta todo haya sido un espejismo creado por una imagen desoladora
sobre tu cama, que todas las noches te escucha dormir y ha aspirado tus deseos
y los refleja del modo más veraz y doloroso que encuentra. Es muy posible que
así sea, y así siendo...
¿qué importa?
No hay comentarios:
Publicar un comentario