Rêves de Papier et Cauchemars d'Acier.

viernes, 22 de mayo de 2015

Imagen.




Me despierto en mi cama, las sábanas a sus pies. Dirijo mi mirada hacia la pared, chocando con el blanco y negro de la imagen.

Me permito sumergirme en ella, en el muelle de robusta construcción.

Observo a mí alrededor, escucho el cantar de las aves y cierro los ojos. La brisa se enreda entre mis curvas, jugueteando entre los pliegues de mi vestido azul.
Suspiro, como no, y vuelvo a abrir los ojos. De repente el calor se amolda a mi cuerpo y siento la necesidad de refrescarme.

Me deshago de los zapatos, dejándolos a un lado. A continuación desato el vaporoso lazo atado en lo bajo de mi espalda. Y agarro los bordes, tirando de ellos hacia arriba, sobre mi cabeza. Con sumo cuidado coloco la prenda al lado de los zapatos.

Podría lanzarme en ese mismo instante a la fría agua del estanque, más sabría que su frescor no me reconfortaría si todo mi cuerpo no disfrutase de ella. Así que no dudo en desproveerme del resto de mi indumentaria. Al instante me zambullo y siento un escalofrío recorrer mi espalda. No puedo evitar sonreír.


Alejándome del atracadero siento como las penas, los recuerdos y la indecisión se diluyen entre las ondas que crean el movimiento de mis piernas.
De repente me paro en seco, desde mi posición puedo atisbar una figura en la otra orilla. No puedo ver su rostro, pero mi corazón sabe de quién se trata, y se para.

Mi respiración se vuelve errante, ante el temor de continuar; observo con detenimiento desde la lejanía a mi adlátere.

Y aunque no pueda verle desde la distancia que me mantiene a salvo de mis sentimientos, puedo imaginar sus ojos verdes inescrutables observándome, sin saber qué piensa, sin saber qué decir… Y vuelvo a sentirme tan débil, tan pequeña.
Él que dice no sentir, no amar…no ser hombre de pasiones. Frío y racional. ¿Recuerdas esas palabras?

Y tú… que durante tanto tiempo negaste la existencia de tus emociones, que te creías inatteignable , y que lejos de la realidad eres una mujer de ardientes deseos.

Entonces te cuestionas si debes alcanzar tierra y dejarte caer en sus brazos.  Piensas si te acogerán, si volverá a creer en el amor gracias a ti… o por ti. O si solamente eres la compañera de conversaciones idónea, la amiga eterna por la que los sentimientos afloran pero temen a ser expuestos.
¿Puedes atreverte a darle un pedazo de tu corazón? ¿Acaso lo tomaría o sería como aquella rosa qué jamás llegó a tus manos y se quedó en el rincón de sus pensamientos?


Sumerges tu cabeza, e intentas alcanzar el fondo con la punta de los dedos, necesitas desprenderte del oxígeno que acumulan tus pulmones. Ojalá tus sentimientos se aclarasen tan rápido como la necesidad de salir a la superficie en búsqueda de respuestas.
 Finalmente te decides por poner rumbo hacia la orilla, donde él te espera sentado con la mirada fija en algún lugar del horizonte. Suspiras, acabas de darte cuenta de que tu vestido se quedó millas atrás, junto con tu seguridad.

Aun así decides dar un paso al frente, cerrar los ojos y dejarte llevar  por el coraje que él genera en ti.

Cuando quieres darte cuenta sus manos salvaguardan las tuyas. Los párpados te tiemblan, él parece notarlo, pues acerca sus labios a ellos y los besa con ternura y delicadeza.  Te maldices a ti misma al sentirte tan vulnerable cuando sientes su aliento cerca de ti, pero no puedes evitarlo.

Sin otro remedio abres los ojos para encontrarte con los suyos, las lágrimas comienzan a caer…el miedo aflora y la incertidumbre hace tiritar tu cuerpo. Huyes la mirada con la esperanza de que no pueda leer lo que ocultas. Pero él ya lo sabe, como con todo, él va un paso adelante.

Aleja sus manos de las tuyas y te obliga a mirarle, te sonríe: tu corazón se para. Y toma tus labios entre los suyos: ni siquiera puedes describir el sentimiento que te embriaga, como tus párpados no pueden evitar cerrarse vislumbrando únicamente pequeños destellos parpadeantes de miles de colores girar y moverse en sincronía  con su boca, como tus pulmones se expanden infinitesimalmente en búsqueda de aire suficiente como para mantener el beso hasta la eternidad… como ese pequeño cosquilleo que alberga en tu interior y te hace levitar un par de centímetros sobre la arena.

El tiempo se para, y vosotros con él. Puede que cuando se retome la cuenta todo haya sido un espejismo creado por una imagen desoladora sobre tu cama, que todas las noches te escucha dormir y ha aspirado tus deseos y los refleja del modo más veraz y doloroso que encuentra. Es muy posible que así sea, y así siendo... 

¿qué importa?

Soñar es gratis.


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