Rêves de Papier et Cauchemars d'Acier.

sábado, 12 de octubre de 2013

Sociedad la llaman.


La perfección es aquello a lo que todos aspiramos (de una manera u otra) y nunca alcanzamos.
Vivimos en una sociedad en la que se nos bombardea constantemente con rostros hermosos y cuerpos esculturales, se nos dice que solo seremos felices si imitamos ese comportamiento, si tenemos unas medidas perfectas y unas largas piernas, con eso tendremos el éxito garantizado, así podremos embaucar al primer hombre que pase con la cartera llena o al primero que tenga más músculos en sus brazos que en el resto de su cuerpo.

Además de tener un aspecto físico digno de una película de Hollywood se nos reclama al mismo tiempo ser hábiles, espontáneos, alegres y carismáticos, con una sonrisa siempre en nuestros rostros. Así mismo, hemos de destacar sobre los demás, todos sobre todos, hemos de ser los mejores. Porque nadie quiere a una persona mediocre, porque cuando vayas a trabajar nadie querrá al segundo de la clase, a una persona corriente, sin títulos ni acreditaciones.

En resumidas cuentas, nuestra sociedad establece que:

Mente brillante+ cuerpo perfecto+ personalidad encantadora = Perfección

Y es tan sumamente imposible alcanzar, que muchos de nosotros, de esos “mediocres” nos frustramos, porque  por más que lo intentemos jamás lo conseguiremos.

Ya que para su logro se tienen en cuenta factores hereditarios, factores que no podemos alterar en su totalidad, sino modificar parcialmente.

Comencemos con el concepto “mente brillante”. Bien es cierto que para adquirir esa brillantez que te haga destacar sobre los demás deben existir unos hábitos adquiridos desde la niñez como leer antes de ir a dormir, estudiar diariamente, visitar museos… además de que los progenitores fomenten las habilidades del niño y conformen un entorno agradable donde pueda desarrollarse.
Empero existe un componente genético que ejerce como agente principal. Existen (y existirán) casos en los que niños “marginales” han alcanzado grandes logros sin contar con un entorno adecuado, y niños que habitaban en el entorno idóneo para “desarrollarse” y no tenían habilidad alguna.

Respecto al segundo término de nuestra ecuación, “cuerpo perfecto” podría llevar a cabo un análisis similar. Numerosos estudios han confirmado que la alimentación y el entorno del niño condicionan su constitución física. Es de todos sabido que una mala alimentación y el sedentarismo conllevan a padecer obesidad. Analicemos un momento esto, padecer de obesidad es dañino para nuestro organismo (diabetes, colesterol, enfermedades cardiovasculares…) pero aunque esto es preocupante y debemos tener cuidado con nuestra salud… ¿qué sucede con nuestra salud psíquica?

Y no me refiero solamente a esas personas que padecen de obesidad como consecuencia de su genotipo, sino a todas aquellas personas (entre las que me incluyo) que no entran en el estereotipo marcado por la sociedad, que no entran en los pitillos de la talla 36, que tienen caderas anchas y piernas consistentes, pero no por ello están “gordas” ni no son hermosas.

Pero están constantemente machacadas, ¿cómo van a quererse cuando las dicen que para ser amadas han de ser delgadas?, ¿qué no obtendrán nada en su vida si no tienen una 90-60-90?, ¿cómo no van a deprimirse si cuando salen a la calle solo ven clones anoréxicos embutados en leggings?

No os preocupéis la sociedad tiene una solución para todas nosotras, ya que no podemos tener esos cuerpos esculturales al menos tendremos sus mismas ropas para esconder nuestras “lorzas” y no ser señaladas por ser distintas.

Sin embrago, si esta solución no es suficiente la sociedad nos ofrece otra (s), una(s) que ha conllevado a muchos suicidios y traumas de por vida; la anorexia y la bulimia. Son temas muy delicados que merecen mucho respeto. 

Desgraciadamente cada día es más habitual y lo consideramos como algo normal.

¿Qué ejemplo les estamos dando a las nuevas generaciones?, ¿en qué nos estamos convirtiendo? , ¿Dónde están las mujeres de verdad?

Y con esta pregunta retórica me percato de que me he olvidado de mencionar a los hombres, esos seres a los que debemos “atraer” con nuestros encantos y atractivos. Pensemos por un momento en ellos… La sociedad también les ataca, han de ser altos, esbeltos, musculosos, con facciones marcadas y voz sensual capaz de encandilar a una mujer. Si no se dispone podrá valerle tener la cartera repleta de billetes. Esto nos deja a las mujeres como unas furcias que solo se preocupan por el físico y/o el dinero. ¿Es eso lo qué somos?, ¿es eso lo que vemos en los hombres?

Por último, “personalidad encantadora”, en mi opinión el más modificable de los términos que conforman nuestra ecuación y al mismo tiempo el más subjetivo de ellos. Nuestro carácter no es modificable, pero podemos ocultarlo, maquillarlo…  con una personalidad abierta, carismática… encantadora en líneas generales. Porque es importante caerle bien a los demás, es importante tener miles de seguidores en Twitter que admiren tus fotos, es importante que te acepten ya que no sirve de nada ser bell@ si los demás no te tienen envidia y no te permiten formar parte de su círculo, y no puedes “desarrollarte”.

Pero con todo esto dicho, yo me pregunto… ¿quién decide quién es encantador y genial, y quién es un bicho raro inadaptado? ¿Cómo podemos clasificarnos y marginarnos entre nosotros?

La sociedad es la culpable.

Yo me pregunto que si la sociedad es el conjunto de personas, ciudadanos, con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o alguno de los fines de la vida; ¿no seríamos todos culpables?, ¿no seríamos todos nosotros nuestros propios torturadores?

Permitimos que nos manipulen, que nos engañen, mientan… que nos hagan daño. Porque nosotros también lo hacemos, nos hemos reído de alguien, burlado sobre su aspecto, su acento… qué sé yo.

Nadie está impune, unos son más incursos que otros, pero entre todos hemos conformado la actual y vigente sociedad, cruel y traicionera. Todos tenemos algo de culpa y ahora estamos pagando las consecuencias.

Es hora de pulsar el botón de reseteo y volver a empezar.

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