Y
esa dulce niña de ojos azules, despiertos y soñadores te sonríe solo a ti,
porque te conoce, porque cree que estás deparada a hacer grandes cosas. Te
anima a perseguir tus sueños, sus sueños. Te mira desde la lejanía, pidiendo
auxilio, reclamándote para que vayas a ayudarla… Pobre ilusa, no sabe que tú le
has tendido la trampa, que eres la culpable de hacerla mantener el equilibrio
sobre la cuerda floja.
Ella
no conoce los Demonios, es demasiado joven, una chiquilla que se sonroja ante
el roce ajeno y el flash de la cámara. Sus ojos se han tornado oscuros, como la
tierra mojada tras una fatídica tormenta. Pero su sonrisa sigue intacta, es
algo que nada ni nadie puede arrebatarle, ni siquiera el Futuro, porque cuando
sonríe de verdad la niña de ojos azules vuelve a cobrar vida.
Corcheas
sobre su pecho y teclas entre sus dedos, maillot ceñido y cabello al viento,
los recogidos nunca fueron lo suyo. Otra costumbre que mantiene ante la Fría y
Cruel Sociedad. Vestigios de la Infancia.
¿Estará
orgullosa de lo que se ha convertido? ¿O se arrepentirá de no haber sabido
elegir?
Me
giro y la veo, tan cándida e inocente como la recordaba, ¿dónde ha quedado el Mar
de sus ojos? Ahora son simple Selva…
Se
sienta sobre mi regazo y se acurruca en mi pecho, ha encontrado su lugar.
Una
última mirada antes de comenzar a construir el Futuro juntas.
Yo
soy ella, ella es yo. La Dulzura convertida en Dolor.
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