Rêves de Papier et Cauchemars d'Acier.

lunes, 28 de abril de 2014

Artiste.



A veces todo le venía grande, a veces sus miedos se apoderaban completamente de ella y sobre todo, a veces… a veces nada tenía sentido.

Se ocultaba entre rápidos parpadeos y feroces principios morales, entre las páginas de los libros y los acordes de un piano mientras sus pies la pedían bailar…la suplicaban bailar.

En su interior, en aquel que nadie veía (o que ella no permitía que viesen), le hubiese gustado ser artista. 

¿Dónde quedaban sus tardes de verano en las que el vuelo de su vestido subía hasta su cintura mientras ella giraba al son de la música y de sus labios se escapaban estrofas sueltas de su canción favorita?

¿Dónde quedaban las acuarelas gastadas y los pinceles rotos (desgarrados de la pasión que destilaban cuando ella trazaba sobre el folio)? ¿Y las tardes en las que adoraba tomar su cámara para inmortalizar el nacimiento de las rosas de su jardín?

La artista había muerto. O se había marchado a perseguir su sueño.

Puede que un día, volviesen a encontrarse. Se sonriesen, asintiesen con su cabeza y cada una siguiese su camino, otra vez.

No sabía por qué, pero ella no se había marchado del todo. Sus pies seguían moviéndose al son de una canción imaginaria mientras sus dedos tecleaban sobre la calculadora. Sus labios, seguían susurrando bellas letras de amor mientras su cabeza se perdía entre análisis económicos. Era un sinsentido.

No quería abandonar ese pedazo de libertad que el arte le otorgaba, pero tampoco podía vivir sin la racionalidad que aquellos libros le concedían cuando se hallaba sumamente perdida entre sus confusos sentimientos.


Solo necesitaba no mezclarlos, saber cuándo y cómo, qué y por qué. Retomar los fragmentos de su corazón e intentar pegarlos (por muy dispares que fuesen) con algo más potente que lo de la última vez. 

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