Rêves de Papier et Cauchemars d'Acier.

jueves, 26 de marzo de 2015

Toile effacée



Salió de la cama y desnuda encendió el cigarro. Lo tomó entre sus dedos y con desesperación liberó sus ansias de una calada. Sucia y profunda, soltó un bostezo, el humo le restó minutos.

Con el lienzo en blanco frente al espejo recogió su cabello y tomó el pincel.

Pintó la melancolía de naranja, como aquel amanecer que nunca contempló.
Volvió la desventura rosa, al igual que los lirios del sepelio.                 
Tiznó el desamparo de un tono anacarado en recuerdo al “para siempre” de sus labios.
Coloreó el desamor de un verde intenso, en memoria de su mirada. De unos ojos que no volverían.
  
Y desató su melena, dejando caer los mechones entorno a su cuerpo. Mudando en colores: tiznándose de verde, pintándose de rosa, volviéndose anacarados, coloreándose naranjas. Irradiando arte.


Le ahoga su falta, la cama lo sabe. Ambas lo notan. Aquel  lado derecho solo puedo ocuparlo él. Que por más que se acurruque, por más que susurre a la almohada con la esperanza de volverlo a tener junto a ella, sabe que no regresará.

Se aferra en creer que todo es pasajero, que quizás mañana sean sus brazos los que la envuelvan, que sean sus labios los que besen su frente. Pero se equivoca.


El sol traspasa su piel, sus ojos se dilatan y los labios se agrietan a falta de quién los mime. El silencio le ha envuelto en una espiral sin retorno, voluta rebosante de  recuerdos lacerantes cuarteadores de ilusiones. Descomponiendo cada brizna de su ser.

Así que se aleja del espejo y con paso decidido se encamina hacia el balcón. Audaz, sitúa sus manos sobre la baranda e inspira el frío aliento de enero, suspira y deja caer los párpados.     

                                          

Su cuerpo se torna ligero. Lo último que ven sus ojos es su sonrisa dibujada en el asfalto.

lunes, 9 de marzo de 2015

Routes



El viento jugaba entre su camisa, saltando de botón a botón, escapándose por las mangas, susurrándole al silencio sus pecados.

Pisó con vehemencia el terreno, sintiendo las piedras traspasar la suela de sus botas y clavarse en sus pies, sin apenas dolor. 
Se mantuvo estática, respirando erráticamente el aire contaminado, con los ojos cerrados y las lágrimas cayendo a las vías. Vías oxidadas, conocedoras del tiempo, de las idas y las venidas, de los extremos iracundos y las pasiones desenfrenadas: 
pasadas de velocidad.

Se dejó caer al suelo, inundando el silencio con un sonido desesperante y violento que gritaba auxilio.

 A pesar de la oscuridad podía sentir las hojas caer al suelo como una cascada de agua, rápida y tenaz, inundando la atmósfera con tinta barata y palabras secretas.

Volvió a sentir a aquellos ojos clavarse sobre su espalda, murmurando veneno. Sus ilusiones quedaron destrozadas ante aquellos ojos verdes. ¿Por qué esos escalofríos no se convirtieron en abrazos que transmitiesen calor?

¿Por qué esas miradas, esos silencios, jamás llegaron a ser besos con los que mantener vivas las ilusiones?

La tristeza es la esencia de su alma, la que hace que se sienta sola, desconsolada y abandonada. Es quién la ha traído esta noche al final de su destino y quién la ata a las vías.

Con decisión enjuagó el rastro de las lágrimas y dejó marchar un grito de desesperación, desterrando el silencio del eco.

El destello de las estrellas bañaba su piel nacarada como si de una pequeña perla en el fondo del mar se tratase.  Inaudita y cándida ante la tempestad de las olas.
Más lejos de la realidad, no había perla que colgar, ni olas que se llevasen las tristezas e incertidumbres. Solo la trepidación de las vías bajo sus piernas.

La oscuridad dio paso a una luz cegadora, blanquecina e intensa.  A un entumecimiento de todo su cuerpo, al colapso de sus pulmones y a la pausa de su corazón.

Y cuando el último vagón pasó sobre ella, sus labios se tornaron fríos y disciplentes. Como si las palabras de amor nunca hubiesen existido, como si el caos nunca hubiese jugado su última carta contra ella.


Como si…