Adara
era la chica de las camisas anchas y las sonrisas estrechas. Maquillada a base
de inseguridades resguardándose de sus demonios. Era de mente fría pero de
sueños eternos, inalcanzables… y bonitos.
Temperamental,
con un fuego quemándole la garganta y una mirada cubierta de una falsa
seguridad.
Se
negaba a estar rota, rechazaba romper a llorar y rehusaba vivir entre utopías.
No
había desgana en su rutina, sino un anhelo de algo más. Una búsqueda.
Un
amor verdadero entre sus brazos o un intento de para siempre entre sus pecas. La desaparición del temor y el anhelo
de sus besos.
Adara
era un entresijo de dudas e incertidumbres.
Escondida
entre libros y con una canción siempre en su cabeza, susurrándola a lo largo
del día con la esperanza de echar a volar en el momento menos pensado.
Buscando
una 90-60-90 entre alguna de las teclas de la calculadora y un je t’aime entre las cicatrices de sus
muñecas.
Entre
sus ojeras se escondía la humillación y la soledad, esperando despertar cuando
la primera lágrima cayese. O cuando la tinta tocase el folio. Quién sabe…
Solo
necesitaba huir, marcharse lejos. A solas. Replantearse su vida una vez más y
retornar con esperanzas ¿no?
Era
eso o darse por vencida, permitir que todo se desmoronarse. Que ella se
alejase, que él se fuese para no volver… que retornasen las pesadillas y las
voces en su cabeza. Tenía miedo, quería irse para no volver. Jamás.
Elle
veut sortir de son cauchemars.
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