Llegué
de vuelta de la oficina, la reunión de accionistas había sido agotadora. Me
quité los tacones dejándolos caer al lado de la puerta.
Solo
se oía el pasar de las páginas de alguno de los libros de mis estanterías. Pero
estaba equivocada, no era uno de esos grandes manuales que últimamente mi chico
había acostumbrado a leer con el objetivo de intentar entender a qué me
dedicaba en realidad. Sino que era uno de esos maravillosos cuentos plegables
que daban vida a extintos dinosaurios repletos de colores, repletos de
felicidad.
Una
pequeña cabeza rubia se escondía entre los pliegues, sus achocolatados ojos
brillaban ante el sinfín de aventuras que acababan de presentarse ante él.
Solo
levantó la mirada cuando escuchó mi risa, no pude evitarlo. Aquel chiquitín me
recordaba tanto a…
-Está niña es muy callada, además apenas se
mueve del sillón.
¿No habéis pensado en llevarla a
un especialista o algo?
- - A la niña no le pasa nada, simplemente está
leyendo eso es todo. Le gustan los libros, eso no tiene nada de malo.
- - ¡Por dios! Solamente tiene dos años, ningún niño a
su edad lee.
Mi madre entornó los ojos, hacía
tiempo que había desistido en explicar a los demás lo especial que era su hija.
Ella misma sabía que era extraño que ya desde tan pequeña devorase libros de
aquella manera. Pero no le negaría ese placer a su chiquitina.
Y
nunca lo hizo, aún recordaba como su madre le compraba un libro cada vez
volvían del dentista, o como para cada cumpleaños le permitía hacer un listado
de libros que deseaba. E incluso ahora, con un trabajo, una familia y un hogar;
su madre seguía trayéndole un libro cada vez que la visitaba.
Ahora
ella ya no hacía eso, no esperaba a una fecha especial o a un momento idóneo.
Los viernes se había convertido en el día del libro. Y aquel frío viernes de
diciembre no era una excepción.
Así
que con determinación tomó a su pequeño en brazos depositando un beso sobre sus
pecosas mejillas y sacó de su bolso un brillante envoltorio. Sus ojos se
abrieron con determinación, sabía perfectamente de que se trataba pero eso no
le privaba de una emoción inocente e infantil.
-¿Otro libro mami?
-Otro libro hijo.