Rêves de Papier et Cauchemars d'Acier.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Para ella.


Para ella:

Espero poder entregarte esta carta en mano, que los años hayan pasado y tú continúes a mi lado, tan hermosa como aquella joven muchacha de la librería que no alcanzaba a Goethe, y aún me sigo preguntando ¿cómo una chica tan bonita, qué podría tener el mundo bajo sus pies, se conforma y se lame las heridas con Werther? , ¿Cómo alguien como tú no busca su propia historia de amor, esta vez con una final feliz?

Aún recuerdo, como tu cabello sacudido por el viento de noviembre te ofuscaba porque no te permitía hablar con toda la claridad y rapidez que quisieras. Yo sinceramente no prestaba atención a tus palabras, eran tus labios los que me tenían hipnotizados. De un color amelocotonado, brillando ante la atenta luna de la cosmopolita avenida.

Quizás yo me enamorase antes de ti, y fuese ese tipo de idiota que aparece en todas las comedias románticas obsesivo que persigue a su enamorada hasta el fin de sus días.  Pero no es hay adonde quiero llegar, tienes que perdonarme por mi incorrecta expresión, tú tan acostumbrada al exquisito estilo de Shakespeare, que esto se te asemejará a uno de esos panfletos de propaganda  que dejan en los parabrisas de los coches.

Lo que me gustaría expresar con todo este lío de palabras, es cuán importante eres para mí y cuán infinito es el amor que siento hacia ti.

Quizás nunca te imaginaste “acabar” con alguien como yo, tan sencillo y simple. Con ese humor tan particular, como tú le llamas y ese carácter tan vehemente. Lejos del ideal.
Solo espero que nunca te canses de mí, y tus ojos verdosos  chiribitéen solo para mí   durante las madrugadas más fogosas…



No pudo seguir leyendo, las lágrimas le nublaban la vista y le impedían leer con claridad. Dejó la carta donde siempre, en aquella pequeña cajita de su tocador y se preguntó cómo cada día, si aquello era lo correcto.

Si realmente no debía estar él tras de ella, agarrándola de la cintura mientras desayunaban y reían en la terraza. Aunque quizás no se hallasen en esa hermosa terraza con  vistas al mar, sino no en un simple y arcaico apartamento del extrarradio. Él, a su lado, abrazándola cuando la ansiedad y la presión no la permitiesen conciliar el sueño. Esperándola a la salida de la universidad, empapándose a la salida de sus conferencias, porque dentro roncar no está bien, dándola a probar esa comida basura que sus padres jamás la permitieron… Siendo feliz.

Sin embargo le dejó marchar, le arrancó el corazón guardándolo en su cajita de nácar junto a sus palabras. Y ahora ella estaba viviendo la vida que toda mujer querría, la que sus padres esperaban para ella. Llorando en silencio, añorando esos ojos verdes todas las noches.

Él, que le enseñó a valorase, a tomar sus propias decisiones…que la hizo sentirse libre y útil por primera vez. Todo aquello no había servido para nada. Ella quería huir de su destino, de todas las decisiones que nunca había tomado bajo su iniciativa, y al final había retornado al punto de partida. Era como alcanzar el Nirvana y luego descender de nuevo a la realidad.

Necesitaba huir de todo aquello, de una realidad que no le pertenecía… ¿dónde estaría? ¿Seguiría acordándose de ella? ¿La amaría? ¿Habría encontrado su lugar? ¿Entendería el porqué de su huida? Demasiadas preguntas.

Salió a la terraza a tomar el aire, tomó una de las sillas y se situó al borde, junto a la baranda. Sacó un cigarrillo y lo encendió, aspiró el humo y saboreó la Angustia.

Estaba tan agotada, tan rota… cansada de los lujos y las miradas vacías. Había abandonado el último año de carrera para casarse con aquel niñato pretencioso de cartera llena. Permitió que sus sueños se esfumasen mientras celebraba brunchies para recaudar fondos. Nunca había tenido hijos, eso “estropearía su figura” decían. Entonces… ¿qué estaba haciendo?

Dio la última calada y lo tiró más allá de la barandilla. Observó cómo caía y caía, lentamente, colapsando contra el suelo, con las cenizas esparramadas a su alrededor.

¿Caería ella con tanta elegancia?
Con una gracilidad infinita, cayendo en picado, desapareciendo entre el aire. Es como a ella le gustaría despedirse de la realidad.





13 de diciembre 2013:
Un trágico suceso ha conmocionado a la población de Bargème, la joven Camille Eluchans, esposa del famoso emprendedor en el mercado bursátil, Jacques Eluchans ha sido encontrada sin vida en su residencia veraniega.
Varias fuentes indican que nos encontramos ante un suicidio, pero la policía aún no se ha manifestado sobre lo ocurrido.
Algunos de los empleados de hogar han señalado que




Arrugó el periódico y lo tiró a la chimenea. No quería creer lo que acababa de leer. Era cierto que llevaba años sin verla, desde aquel día que se levantó y ella no estaba a su lado en la cama. Creyó que estaba dándose una ducha pero el baño estaba vacío, la buscó en la cocina pero ningún olor provenía de ella así que descartó la idea. Aún recordaba donde había encontrado su carta de despedida. Demasiado doloroso volver a recordarla.

Sintió como la presión de aquel día volvía de nuevo a él. Los llantos, la rabia… todo volvía a desmoronarse.
-¿Qué pasa papi?- preguntó una alegre niña recién levantada, con su pijama arrastrando y sus rizos completamente desordenados se sentó sobre su regazo esperando su beso de buenos días.

-Nada cariño, vuelve a la cama con mamá, yo tengo que ir a hacer un recado.

La niña obediente se bajó y se dirigió a la habitación de sus padres, él mientras tanto tomó las llaves del coche y la chaqueta y abandonó el apartamento.

Más tarde le mandaría un mensaje a Sofía y le explicaría dónde estaba; ahora lo importante era encontrar algún vuelo hacia Francia.

El viaje se le había hecho largo, la discusión con Sofía soporífera y  cotidiana, no le sorprendería en absoluto que a su regreso no le encontrase en casa, ni a ella ni a la pequeña Lulú.

Pero ahora mismo nada de eso le importaba, tenía que verla, verla por última vez. Había leído mientras esperaba la salida del vuelo que el funeral se celebraría en el pueblo al día siguiente al mediodía. Si se daba prisa llegaría.

 Llegó a Bargème exhausto y sin un centavo.  Había gastado todo el dinero que le quedaba en pagar el taxi que le trajo hasta el cementerio y en comprar un pequeño ramo de flores para ella.
Siguió el camino empedrado buscando alguna ceremonia funeraria, o una cara conocida, incluso la de aquel cabrón le sería útil. Sin embargo no encontró a nadie, estaba vacío y estaba anocheciendo.

No había llegado a tiempo para despedirse, para verla por última vez. Desesperado tiró las flores y salió de allí.

Necesitaba tiempo, tiempo para asimilar que el amor, su verdadero amor se había marchado y no volvería jamás.


Cette urgence intérieure, comme une fleur, un festin. Cette chose qui me prend et qui rampe comme un serpent. Ce n’est pas la mort ; mais mourir résoudra son pouvoir. Un stylo désespéré m’échappe de la main. C’est dans une chambre minable qu’ils me découvriront, sans ne jamais savoir mon nom, ni mon propos, ni la valeur de mon évasion.

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