Alguien me dijo una vez
que la tristeza es la esencia del alma. Tenía razón.
Vivimos a través de
estímulos dolorosos, lloramos lágrimas amargas y saboreamos besos ácidos.
Damos, pero nunca
recibimos.
Tomamos lo que queremos
de la realidad, pero luego rehusamos de ella. Somos hipócritas. Nosotros somos
la sociedad. Si algo es como es, es consecuencia de nuestros actos.
De nosotros mismos. Nos
encerramos y nos negamos a ver la realidad. Porque implicaría cambiar, y no
queremos cambiar… ¡qué lo hagan los demás!
Solo somos un conjunto
de corazones rotos, demonios vivos y mentes nubladas.
Escasas como las perlas
del mar son las personas que sepan convivir con la angustia y la desazón.
Que se sepan libres aun
sintiendo los grilletes clavarse en su piel. Humanos entre el gentío de la
desolación.
Liberando su alma hacia
una onírica utopía, alejada de las vicisitudes de la ordinariez.
Volando, traspasando
las fronteras de la razón.
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