Rêves de Papier et Cauchemars d'Acier.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Instantes en el olvido.




-No me dejes caer.

-¿Acaso crees que podría?


Silencio, impregnado en una atmósfera cargada de relámpagos entre los susurros del viento. Sus brazos caídos en sus costados, saboreando la dejadez del tiempo.

Se dejó caer sobre el suelo, de un golpe seco y sórdido. Con las piernas balanceándose al borde del terraplén. El otro chico se sentó a su lado y le tomó de la mano. Ambos se miraron y sonrieron. Qué difícil era alcanzar la felicidad.


-          - Yo a veces también tengo miedo a ser quien soy en realidad. También temo que los demás me juzguen por mi amor, nuestro amor. Pero cuando estoy contigo, como ahora, cuando te miro a los ojos sé que esto es lo correcto. Y no voy a permitir que nadie te haga dudar de ello.


Sus reconfortantes palabras nunca llegaron a llenarle, ni lo más mínimo. Pero aquella pasión que denostaba cada una de sus palabras, la fuerza en sus ojos y el coraje diario de Nathan para enfrentarse a los temores tanto a los propios como a los suyos, consiguió que a pesar de que el cielo estaba encapotado, el día se había vuelto bonito.


Y con ese pensamiento, se acercó a él, tomó su mano y le besó.

Felices, momentáneamente, se levantaron del suelo y se marcharon. Dejando atrás un demonio menos con el que lidiar (espero).


jueves, 22 de mayo de 2014

Hoy.



En mi mente hoy era un día soleado, día de vestidos con lazos y moños improvisados. De sonrisas cálidas, casi tanto como la brisa entre los cerezos. De paseos a medianoche bajo la mirada de la que algunos denominan “ciudad”.


Sin embargo llueve, corre el frío y el veloz viento se ha llevado mis ilusiones de hoy. El vestido de graduación me espera en el armario, sabe que ha llegado el día de abandonar todos los años de dolor y sufrimiento que he pasado en ese centro.


Han pasado seis años desde que entré por aquella puerta blanca, puerta, que hoy, no se cierra y a la que nadie hace caso. Ojalá viniese algún cerrajero competente y me ensañase a cómo hacerlo con la mía propia.

Recapitular es un acto de madurez y reflexión, lo he hecho. Y he pasado la noche llorando.


Gimoteando porque en el fondo nada ha cambiado. Sigo siendo aquella niñita completamente insegura de sí misma, asustada ante las miradas de los demás, engañándose, creyendo que nunca podrá conseguir aquello que anhela.

Volveré con mi vestido, volveré con lágrimas en el corazón y la almohada volverá a ser testigo de la caída.

¿Sabes? Ayer volvieron mis demonios, con más fuerzas que nunca. Llevaban tanto tiempo sin verlos, sabía que estaban ahí. Notaba su presencia. Pero ayer me hablaron, me dejaron claro que la felicidad no puede figurar entre mis objetivos, que ellos son los que mandan y que solo me queda…escribir.

Aunque sea poco, mal, o de manera dolorosa.

Escribir.



Esto es el fin de una etapa, para siempre. No pretendo borrarla de mi vida, que si desterrarla hasta que esté preparada para afrontarla con una sonrisa. Pero, hoy….hoy no es el día.

sábado, 10 de mayo de 2014

PETITE BRUNETTE



Leyendo algún artículo de un periódico vespertino o quizás una reseña cinematográfica de alguna revista anticuada de la sala de espera del dentista, encontró otra parte de su alma.

Conocía esa sensación en el pecho, de como si le atravesase una flecha para quedarse clavada en su diafragma. No era la primera vez que le ocurría, recordaba como en una de las tediosas clases de filosofía el profesor susurró la palabra ataraxia. Ella, intrigada volvió a casa con el afán de descubrir que bellos secretos escondía tras de sí.

Desde entonces todo ha cambiado. Y parece ser que hoy volverá a ocurrir lo mismo, es posible que no tengan un significado recóndito, al fin y al cabo, petite brunette no deja de ser una muchacha pequeña y morena. Pero no le importaba.
Porque ella era eso, una chica bajita con el cabello oscuro. Y se sentía orgullosa de serlo. No necesitaba ser grande blonde o grande pelirroux, para alcanzar sus sueños. No necesitaba de un metro ochenta para encontrar a su “príncipe azul” ni de un cabello rubio, liso y sedoso para defender como una fiera sus convenciones.

Era una petite brunette luchadora, orgullosa, altiva, segura de sí misma, dispuesta a comerse el mundo a grandes bocados.

Búscala entre el gentío, porque suelen pasar desapercibidas, lucha por hacer sonreír a sus ojos y arráncale los demonios del corazón…

                            Mi amor.

domingo, 4 de mayo de 2014

Era...


Adara era la chica de las camisas anchas y las sonrisas estrechas. Maquillada a base de inseguridades resguardándose de sus demonios. Era de mente fría pero de sueños eternos, inalcanzables… y bonitos.

Temperamental, con un fuego quemándole la garganta y una mirada cubierta de una falsa seguridad.

Se negaba a estar rota, rechazaba romper a llorar y rehusaba vivir entre utopías.
No había desgana en su rutina, sino un anhelo de algo más. Una búsqueda.

Un amor verdadero entre sus brazos o un intento de para siempre entre sus pecas. La desaparición del temor y el anhelo de sus besos.

Adara era un entresijo de dudas e incertidumbres.

Escondida entre libros y con una canción siempre en su cabeza, susurrándola a lo largo del día con la esperanza de echar a volar en el momento menos pensado.

Buscando una 90-60-90 entre alguna de las teclas de la calculadora y un je t’aime entre las cicatrices de sus muñecas.

Entre sus ojeras se escondía la humillación y la soledad, esperando despertar cuando la primera lágrima cayese. O cuando la tinta tocase el folio. Quién sabe…
Solo necesitaba huir, marcharse lejos. A solas. Replantearse su vida una vez más y retornar con esperanzas ¿no?

Era eso o darse por vencida, permitir que todo se desmoronarse. Que ella se alejase, que él se fuese para no volver… que retornasen las pesadillas y las voces en su cabeza. Tenía miedo, quería irse para no volver. Jamás.

Elle veut sortir de son cauchemars.