Luz en la oscuridad. Los últimos fulgores antes de que
anochezca despiden el día. Uno más entre tantos. Sin nada nuevo, un acorde más
en una canción triste.
El viento zarandea las ramas, las hojas… del desvencijado
níspero. Sus frutos yacen sobre el suelo, desechos, pasados… rotos sin más. Con
frío desde la ventana suspira en busca de algo con lo que taparse, las lágrimas
convulsionan su cuerpo.
Se siente tan pequeña, tan inerte, sin fuerzas… ni siquiera
las ganas de escribir; esas que recorren sus venas por mucho que intente
controlarlas, se han quedado con ella.
Hundida cuando no hay nada que le haga querer
seguir hacia delante y no sabe cómo detener esa Angustia que cada día la invade
más y más.
Jugando cerca del precipicio, con su límite que es frágil
e invisible sabe que algo no acabará bien.
Pero no le importa porque el dolor
sigue inmerso en ella, reflejándose sobre su piel junto a la luz del sol.
Entre
tus lunares y cicatrices de guerra.
Mantén el equilibrio y no te caigas. Nadie querrá
arreglar a un desperdicio como tú.
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