Rêves de Papier et Cauchemars d'Acier.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Espera.


Es doloroso observar como el mundo se cae a pedazos sin que tú puedas evitarlo. Acordes de piano de fondo acompañan el teclear de mis dedos… Las lágrimas quieren deslizarse, quieren rellenar el silencio acumulado. Pero no son capaces, no destilan felicidad, ni esperanza.

Se acabó… el tiempo se ha parado. Estoy luchando contra la Nada, contra un futuro incierto, que no sé qué nos deparará. Y tengo miedo a arriesgar lo poco que me queda y a perder. Ahora todo es tan perfecto, tan hermoso… y sé  que se irá. Y me dejará aquí sola, sin nada a lo que aferrarme, sin nada por lo que luchar.

Estoy cansada de sonreír y actuar, de ser fuerte y dar ánimos y esperanzas a los demás cuando yo estoy desquebrajada por dentro. De luchar por mí y los que amo. Con los ojos ardiéndome y la garganta seca subo el volumen de la música como si así pudiese alejarme de la realidad y mi habitación me condujese a un salvoconducto hacia la libertad de mi alma.

Pero no es así, sigo aquí, con las piernas sobre mi silla, un flexo iluminando directamente mi rostro y un silencio adornando las paredes azules. Quieta, mirando fijamente al frente con la mente dispersa, en otro lugar, muy lejos de aquí, de estas cuatro paredes. Volando.

Hacia la tierra prometida, aquella en la que el tiempo se ha parado, donde soy feliz… para siempre. Hermosa, delicada, elegante, rodeada de cultura y sensaciones únicas. Disfrutando de los pequeños momentos y los míseros detalles, del olor a café por la mañana mientras me enredo entre las sábanas buscando unos minutos más de sueño. De la textura de tus labios sobre los míos mientras me deseas un buen día. De sus delicados brazos rodeándome y su inconfundible aroma a coco entre sus rizos. De su hermoso vestido rojo cedido generación a generación que parece hecho a mi medida. Y esas botas militares algo grandes de cuando estuvo en el ejército. Todo es tan perfecto allí, entre libros, besos y risas.

Mi paraíso, lejos de mi alcance, que nunca podré alcanzar, que se aleja cada día más y más, porque todo un día se irá. Ella se irá, con un pedazo de mi corazón y mi sonrisa. Él me abandonará, llevándose mi alma y mi inocencia.


Y ellos… ellos seguirán pero sus miradas hacia mí no serán igual, no me querrán igual, les habré decepcionado. Y cuando ese día llegue yo ya no seré nadie, no tendré lugar en este mundo. La partida habrá terminado. Entonces tendrá cabida aquel trozo de cristal escondido en el baño, cerca de la bañera. Pero hasta entonces solo me queda esperar y suplicar porque ese día jamás llegue. 

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