El sol penetra las murallas de mi piel, adentrándose poco
a poco en mi interior hasta llegar a mi corazón. Respiro la brisa marina, trae
con ella todas las lágrimas derramadas junto a sus arduos e hirientes
recuerdos. Siento como las olas intentan derrumbarme, y lentamente cumplen su
objetivo.
Debajo de ellas es como si nada pudiese detenerme, debajo
de ellas es como si fuese libre. Tras su inmensidad es como si el mundo no
existiera, como si solo estuviésemos ella y yo. Frente a frente, sin que nadie
pudiese separarnos. Pero ambas sabemos que no es verdad, sabemos que cuando mi
cuerpo no aguante más, todo habrá acabado para mí.
Respiro el etéreo aire mientras mis ojos lloran lágrimas
saladas. Lentamente me acerco a la orilla. Noto como la arena recorre mis pies
suavemente. Se acerca y aleja produciéndome un reconfortante cosquilleo por
todo mi cuerpo.
El sol se ha ocultado dando lugar a la pequeña y delicada
luna sobre el oscuro cielo adornado de brillantes estrellas. Una a una iluminan
mi cuerpo tumbado sobre las ásperas rocas. El profundo silencio me adormece. La
dulce y calmante melodía del mar me acuna lentamente entre sus brazos
haciéndome olvidar todos mis problemas y preocupaciones. Porque ella es mi fiel
aliada.
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