Rêves de Papier et Cauchemars d'Acier.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Extremadura.


Quizás no debería estar escribiéndote, porque al fin de al cabo, comience lo que comience mi mente siempre acaba divagando hacia ti. Quizá por eso debería estar bajando estas empinadas escaleras que tanto miedo me dan y empezar a leer mi nuevo libro, ese que me espera ansioso en el pequeño salón.

Una no aprecia lo que tiene hasta que se lo arrebatan, esto es una de las mayores verdades jamás dichas. Extremadura nunca ha sido santo de mi devoción, no por ella, sino por mi familia. Venir hasta aquí implica riñas, calor, suciedad, hambre, ignorancia… una tortura para mí.

Me encantaría poder disfrutar de estos bellos parajes en soledad, sin prisas… Caminando, perdida entre árboles cuyos nombres desconozco por completo y que por mucho que intente reconocerlos, acapararlos en mi memoria… soy incapaz. Alejarme del gentío y escribir oculta entre las ramas secas del  ajado verano extremeño. O disfrutar junto a ti, entre esos árboles que no me importan nada y que a ti tanto te gustan. Tú estarías encantado y yo estaría rebosante de alegría viéndote sonreír.

Sin embargo aquí estoy, sola, en medio de la nada esperando que el tiempo pase para volver a casa.
Carpe diem, disfruta el momento… ¿qué momento? ¿Mis noches de indefinido insomnio al son de las campanadas de la Iglesia?, ¿las horas muertas en la piscina rebosante de avispas o quizás las muertas en el bar tomando alcohol?

Debería fluir como  el río que está frente  mí y no querer controlarlo todo, en todo momento. Tomármelo con tranquilidad.

El paisaje es hermoso, los montes encierran pueblos repletos de cultura y sabiduría, escondidos a su vez entre árboles que conforman la densa vegetación típica del lugar. Los animales llenan el ambiente, con sus mugidos, cacareos… y demás.

Extremadura es tierra de cultura y naturaleza. Tierra de romanos, todavía viva en Emerita Augusta. Tierra de sarracenos, cambiando la historia en Cora. Tierra de miles de pueblos, que han disfrutado de su increíble y sencilla belleza, natural e inocente. Eso es Extremadura.

Una tierra digna de visitar, pero no hoy, ni tampoco mañana. Quizá en otra vida volvamos a reencontrarnos querida Extremadura.
                                          Quizás en otra vida.



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