Toma la camisa del suelo con cuidado de no dejar caer la
toalla que cubre su cuerpo húmedo, cierra los ojos y la acerca a su rostro,
puede olerle. Su aroma ha viajado hasta sus fosas nasales y la ha invadido por
completo.
Hace de ella un amasijo y la coloca sobre su pecho, no
puede evitar dejar escapar un suspiro, ojalá estuviese allí junto a ella, ojalá
no la hubiese dejado marchar y aun pudieran seguir tumbados sobre el césped,
besando y riendo.
Finalmente lanza la camisa al cesto y se dispone a ponerse
su ropa interior, le hubiera gustado volver a ponerse la camisa e irse a dormir
con su fragancia masculina, pero no podía, ella no era así, no dependía de
nadie. Además, no necesitaba un trozo de tela para recordarle, podía sentirle
todavía en sus labios, su mirada, sus brazos protegiéndola…No necesitaba de la
camisa.
Se miró al espejo, sus labios estaban hinchados, rojos y
un poco cortados, todavía podía atisbarse el pintalabios corrido en su rostro,
mordió su labio al recrearlo todo de nuevo en su mente. Esperaba que sus padres
no se hubiesen percatado de ello, había subido las escaleras rápidamente y con
gran agilidad había entrado al baño a relajarse.
Y ahora no podía dejar de pensar en él… estaba enamorada.
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