Rêves de Papier et Cauchemars d'Acier.

sábado, 31 de agosto de 2013

Rutina.


Tic-tac, el reloj suena, rompe el silencio de la habitación y acompasa los latidos de mi corazón. Los minutos pasan, lentamente.

La estancia se torna oscura, angustiosa, espeluznante. Minúsculas corrientes de aire atraviesan la persiana y junto a ellas, los fragores de la noche traspasan el umbral de mis sueños.

El cansancio y el insomnio son malos aliados para combatir la calor. Ruedo por el  colchón, esperanzada en encontrar la posición idónea, una que me permita conciliar el sueño.

Somnolencia que no tardaré en perder en efímeros instantes habiéndose convertido en algo habitual, en rutina

Y cuando esta insípida y agobiante noche dé lugar a la luz del sol, todo volverá a ser lo mismo, mismos horarios, mismos hábitos, mismos momentos de tiempo muerto, mismas horas pérdidas… Todo igual, nada habrá cambiado.

Viviendo en un constante lapso que se repite todos los días, que te quita las pocas ganas que te quedan de levantarte de la cama y sonreír. ¿Para qué intentarlo si ya sabes lo que va ocurrir? ¿Para que esforzarte en cambiarlo si es algo que no está en tus manos, qué no tiene solución? O sí…

De nuevo vuelve esa presión en el pecho que creía desaparecida, eliminada de mi vida… está aquí, haciéndome compañía otra vez, y esta vez puede que para siempre. ¿Quién sabe?

De nuevo ese sentimiento de vacío me ha acorralado, haciéndome suya una vez más, los nudos en la garganta vuelven a ser frecuentes y las náuseas vuelven a mí.

El miedo a que la oscuridad tiña el cielo persiste en mi cabeza de una manera enloquecedora, temo el paso de las horas, temo que las agujas sigan corriendo… temo a la rutina.

Un pavor ensordecedor nublando mi mirada, devolviéndome las lágrimas a mis ojos, arrebatándome de nuevo la luz, esa que tanto me había costado conseguir. ¿Dónde están aquellos ángeles que prometieron cuidar de mí? ¿Dónde están cuándo los necesito?

Quizás se hayan extraviado, perdiendo el rumbo, sin saber hacia dónde dirigirse, hacia donde volar con sus puras y frágiles alas. O quizás no merezca de su compasión, de su benevolencia… y deba arder aquí, para siempre.

Con los labios secos, agrietados por el sucesivo rastro de mi lengua sobre ellos y la garganta árida a causa de las lágrimas nunca derramadas y los gimoteos atragantados. Raptando mis palabras, llevándoselas hacia el oscuro abismo de mi alma, palabras que no volverán, que jamás recuperaré.

Miro al cielo y la oscuridad ya está aquí, ya ha pintado el paisaje, ya ha llamado a las sombras que esta noche me harán compañía, que me cobijaran en su regazo hasta que la rutina me lleve consigo y no me permita volver, nunca.

Llegará de nuevo el momento de tumbarse en el espeso pero angosto colchón, llegará de nuevo el momento de contemplar el impávido techo y llegará de nuevo el momento de retorcerme entre las sábanas mientras suplico que llegue de nuevo la luz. Y así volver a comenzar, como no, la rutina.

¿Existe alguna manera de hacerla huir? ¿De hacerla irse, lejos, muy lejos de aquí? ¿De eliminarla completamente de mi vida y qué no vuelva nunca?

No lo creo, la rutina es un factor sumamente importante y condicionante para el bienestar de vida de una persona, es necesario vivir con una rutina prestablecida, con unos hábitos que procuren una estabilidad emocional, sin embargo hemos de ser cautelosos y no dejarnos atrapar por la rutina, y que esta acabe con nuestras ganas de seguir adelante.


                                                    Tout dans sa juste mesure.

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