Es extraño como ese calor sofocante reconforta mi alma
hasta límites insospechables.
Noches que deberían de convertirse en infinitas,
transcurren levemente, como un sutil parpadeo.
Esa presión en el pecho ha desaparecido por completo, soy
incapaz de encontrarla por mucho que intente hacerla volver.
Pensamientos (tanto buenos como malos) que antes
revolvían mi ser ahora no son más que míseros granos de arena que se pierden en
una playa desierta.
Sombras que antes me recluían por las noches ahora no llaman
a la puerta ni asoman por la ventana, se han ido.
El aire cálido y húmedo que recorre las bulliciosas
avenidas de la ciudad costera y que incomoda a sus moradores, me abraza en la
soledad. Me hace sentir viva, acompañada, querida por el mundo. Preparada para
iniciar la carrera de mi vida.
Sin embargo me pregunto, si todo lo que he avanzado hasta
ahora, en la “soledad” de la costa, me acompañará al frío angosto del interior,
o al igual que mis esperanzas por un futuro prometedor se quedarán estancadas, aquí,
para siempre. Y no volverán a mi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario