Los cuentos de hada nos impiden ver la realidad como se
presenta. Nos enseñan a buscar un príncipe azul, que vendrá a lomos de un
caballo a rescatarnos de la malvada bruja.
Los tiempos han cambiado y con ellos, las mujeres. No
somos seres desprotegidos que necesiten la ayuda de un hombre para seguir
adelante, para vivir. Somos independientes, únicas, empero esa idea sigue ahí,
dentro de nuestras cabezas, escondida entre los recovecos de nuestra mente,
porque llegará un momento de nuestra vida en el que desearemos tener pareja,
pues ser una vieja solterona con gatos no está muy bien visto en esta sociedad.
No quiero decir que eliminemos este modelo de vida, pero
que no lo consideremos el apropiado y que deje de ser el predominante. Habrá
quienes deseen vivir así, pero que no nos miren con recelo a aquellas que lo
rechazamos. Me niego a ser la esposa modelo-florero de un hombre, me niego a
terminar mi carrera y casarme, comprar una casa y al cabo de dos años de
matrimonio tener hijos. Me niego.
No me importa tener alguien en mi vida, un compañero que
me apoye, me quiera y me acompañe en los buenos y sobretodo, malos momentos.
Pero no quiero un hombre insolente, dominante y dependiente, que necesite de
mí, que me controle, pegajoso y conservador.
Quiero finalizar mis estudios, trabajar en la Justicia,
ayudar a mi pueblo, ese del que formo parte sin darme cuenta, pero sin el que
no sería quién soy, viajar alrededor del mundo, conocer nuevas culturas, seguir
aprendiendo nuevos idiomas, continuar leyendo, construir una biblioteca,
escribir un libro… ¡Tantas cosas que hacer y la sociedad pretende que sea una
esposa-madre ejemplar!
Hacerme ese tatuaje en el antebrazo, sacarme el carnet,
aprender a andar con esos tacones de aguja, emborracharme, yacer en la playa…
¡Tantas cosas!
Soy joven, no quiero pensar en un futuro angosto, repleto
de rutina, en el que lo más interesante sea mantener tu casa limpia para esas
visitas inesperadas.
Hay algo más, tiene que haberlo, sé que aunque rechace el
modelo esposa-mujer ejemplar, acabaré en cierta medida aceptándolo porque nos
guste o no toda mujer tiene esa vocecita interior que despierta a la entrada de
los treinta y que nos incita a tener bebés. Me encantan las niños, son
preciosos, pero de vista y para unos días, pero… ¿toda la vida niños llorones?
No gracias, no todavía, solo cuando esa vocecita me reviente los tímpanos y por
ahora está bien dormida.
Acabaré teniendo niños y acabaré teniendo un hogar en el
que descansar y formar una familia, pero por ahora no está en mi lista de
prioridades, y si estuviese estaría situado en una posición muy baja, rozando
el suelo.
Pero no ahora, soy joven y deseo disfrutar de la vida a
mi manera, conocer nuevos lugares y nuevas culturas, empaparme del mundo y su
sabiduría.
Aprender y hacer cosas únicas y excitantes, mejorar y
ayudar a los demás.
Ese es el futuro que quiero. Un futuro prometedor, impredecible,
repleto de buenos momentos. Y para ello he de luchar y trabajar
incansablemente.
Los cuentos de hada no existen, no permitamos que nublen
nuestro futuro y no nos permitan disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
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