Hacía
tiempo que se había perdido entre sus recuerdos, unos recuerdos almidonados con
sueños que… nunca llegarían, ella lo sabía. Pero aun así se permitía perderse
en ellos porque eran lo único que la mantenían loca en ese mundo de cuerdos.
Soñaba
con su París…con sus besos entre sus sombras, con sus caricias entre sus
secretos.
Y París
soñaba con ella… con su vestido vaporoso recorriendo sus vías, con su francés
fluido escapándose de sus rosados labios y con sus vivos ojos deseando
encontrar su destino.
Se necesitaban, porque aquello sí
que era vida.
Porque aquellos edificios no la
dan miedo.
Porque el aire que se respira
están impregnado de cultura.
Porque es su ciudad y su alma
está allí, esperándola, llamándola…
Más ella estaba aquí, atrapada, en cuatro
paredes de un azul vivo que la asfixiaban. Recordaba los kilómetros que la
separaban de su utopía, de una realidad onírica. Recordando su promesa
convertida en un susurro:
“Algún día te llevaré de nuevo a París, solos tú y yo, cariño”
Aquellas
palabras estaban impregnadas en su corazón desde que las pronunció aquel día de
vuelta a casa, antes de besarla con ternura y hacerla sonreír como nunca lo
había hecho.
Nunca se
había olvidado de ellas, pero ese colgante (que no dudaría en ponerse mañana)
la habían hecho revivir ese recuerdo… junto a otros muchos: sus paseos a
orillas del Sena, sus noches observando la ciudad latir, la inocencia que dejó
entre las gárgolas que ahora la custodiaban…
Et maintenat un bout de Paris est dans son cou à tout
jamais.
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