Sé de antemano que
nunca leerás esto, no por falta de ganas sino por falta de valor de la
escritora, que jamás te lo entregará.
Quizás porque tema las
preguntas que acontecerán, o porque la valentía nunca ha sido su punto fuerte.
El caso es que… aquí van.
Muchos dirán que son
paranoias de una adolescente que se siente perdida en la inmensidad del mundo,
que solo necesita un poco de atención y un par de palmaditas en su espalda.
Creo que me conoces lo suficiente para saber
que esa nunca ha sido mi intención.
Creo que no entendéis
(por mi ególatra que suene) mi alto grado de madurez y responsabilidad, no por
nada en especial, es que simplemente soy así.
Y quizás sean la causa
de todos mis problemas…problemas que dejé de contarte hace tiempo. No me
arrepiento de ello, es una de las decisiones más duras que he tomado, aunque a
veces he dudado si era la correcta.
¿Por qué? Es una de las
primeras preguntas que suponía que plantearías, pues verás… quizás se deba a
que sé que no eres de acero inoxidable, a que sé que tú también tienes tus
altibajos… y que quieras o no, una se acaba cansando de escuchar a una
chiquilla con sus sandeces.
Hay tantas cosas que te
ha ocultado… tantas cosas que no sabes, y que no estoy segura de sí quiero que
sepas por temor a que me rechaces, a que reniegues un poco de mi o a haberte
decepcionado. Las opciones son varias elige la que sea de tu agrado.
Por ejemplo, no sabría
responderte cuándo…cuándo comencé a dejar de decírtelo todo. Supongo que cada
uno madura y crece a un ritmo distinto, paulatinamente. Yo tuve (y tengo) el
mío.
Odio esta rutina, me
mata. El tener que destacar porque siempre lo he hecho y no iba a decepcionaros
a estas alturas. Me siento vacía, sin ningún sueño propio que alcanzar, solo
con ideas prefabricadas de esta sociedad rondando por mi cabeza junto con
vuestros sueños y anhelos para mí. Preguntándome constantemente quién soy, qué
estoy haciendo, deseando que llegue el siguiente día con la esperanza de hallar
algo diferente… pero luego por la noche, me doy cuenta de que nada cambia. Y
entonces, vuelven mis ganas de dejarme ir.
No quiero que te
sientas mal cuando leas esto. Ni que pienses que has hecho algo mal, porque no
es así, simplemente soy complicada, demasiado para lo que se espera de mí.
Me he encerrado y me he
dejado ir, ya no soy la misma. Sonrío y aparento que estoy bien, pero no es
así. Me siento encerrada, cansada de lo
que estoy haciendo, de… saber que jamás podré alcanzar mis sueños, porque no
los hay, porque estoy tan confundida que no sé quién soy.
Estoy… ni siquiera lo sé, para que mentirnos a
estas alturas.
Agotada sería un buen
adjetivo para comenzar. Me siento apartada, mire donde mire, me siento sola. Me
siento fuera de lugar en mi propia casa y con mi propia familia, esa que tanto
significaba para mí, y que ahora… no es familia.
Y es duro decirlo, y
las lágrimas se me saltan cuando pienso en ello… pero lo pienso.
Ese portazo, esas
palabras hirientes, esas horas de silencio… esas lágrimas. No me pidáis que
perdone y olvide, no puedo.
Y no sé si os habréis
dado cuenta que a partir de ese momento todo se ha ido degenerando a una
velocidad superior a la habitual, y sabes que… yo ya estoy muy harta de
mentir(os).
Aun así te cuento la
verdad a medias en este… conjunto de palabras por denominarlo de alguna manera,
porque hay cosas que no me perdono por ocultarte y no quiero que sepas.
Siento no ser lo que tú
querías, siento tantas cosas… y solo puedo recompensarte siendo lo que tú
quieres que sea, aunque me esté matando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario