Despertarte
asustada, respirando como si cada bocanada fuese la última a las cuatro de la
mañana en tu cama. No es una buena manera de despertarse.
Menos
aún si lo que ha inquietado tus sueños, es nada más ni menos que la muerte.
Escurridiza e inteligente, aparece cuando la oscuridad me envuelve en sus
brazos. Me aterra el pensar en ella.
Simplemente
recordar que la vida seguirá sin mí, me enfurece. Solo
soy un escombro, un ser más que vaga por la vida sin rumbo alguno. Podrán
llorar mi pérdida unos años, pero con el tiempo mis seres queridos se olvidarán
de mí. Al igual que yo haré con mis seres queridos. Pero es tan injusto, tan
cruel… Todos nuestros sentimientos, pensamientos, temores, amores… ¡No sirven
para nada!
Ni
siquiera me reconforta la idea de que iré al paraíso. Porque creo que es una
vil patraña, somos materia, seres (des)afortunadamente con capacidad de
raciocinio, pero materia, materia que
será utilizada para continuar el ciclo de la vida. ¡No quedará ni el más mísero
y nacarado de nuestros huesos!
Me
levanté despacio, cuidadosamente de la cama tratando de no despertar a mis
compañeras de habitación. La oscuridad bañaba la estancia, decidí salir
a tomar el aire.
Mis
pies se habían vuelto negros con la suciedad del suelo. El bajo de mi camisón
oscilaba de un lado para otro intentado escapar. Cerré los ojos y respiré, una
pequeña lágrima asomaba por mis ojos. La sequé rápidamente, no podía
permitírmelo, nunca. La máscara de hielo no podía derretirse, me había costado
tanto esculpirla como para destruirla con unas estúpidas lágrimas. Hacia mucho
tiempo que yo había dejado de llorar, era una manera inútil de mostrar mis
sentimientos, prefería esconderme entre los libros y dejar que mi rabia, mi
ira, mis frustraciones desaparecieran, olvidándome de ellas, dejándolas de lado
en mi mente y centrándome en mis aceres.
¿ Era
así cómo había acabado en esa situación?, ¿ Era así cómo me había en lo que
soy?
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